Imagen tomada de Esoterismos.com |
Hace dos días un reconocido periódico online de Buenos Aires sacó a relucir una noticia rancia; revisando, di con otra similar publicada dos años antes por un diario español. ¿Qué tienen en común? Ambas tocan muy de cerca algo que la enorme mayoría conocemos desde nuestra infancia: el signo del zodíaco al que pertenecemos.
A raíz de varias dudas que recibí, y de que no son los primeros -ni únicos- medios en explotar el tema, decidí hacer un repaso sobre ciertas cuestiones.
Vamos por partes...
Seguramente, alguna vez todos nos preguntamos por qué los signos estelares son doce, y no veinte o quince. Lo cierto es que podría escribirse todo un apartado con las razones; pero me limitaré a lo que quepa en esta entrada. Para empezar, en astrología hablamos de la eclíptica, que es el curso imaginario del Sol visto desde la Tierra (porque, claro está, no es la estrella quien se mueve). Dicha eclíptica tiene la particularidad de superponerse a doce constelaciones de las ochenta y ocho conocidas; entre ellas, una decimotercera llamada Ofiuco, el Serpentario.
Ahora bien, ¿por qué no se tuvo en cuenta como signo? Existen múltiples suposiciones al respecto. La astrología es una ciencia muy antigua que hunde sus raíces en la rica cultura de la Mesopotamia. Sin embargo, no fue hasta el siglo V a.C. y de la mano de los griegos que se definió a la eclíptica en doce segmentos de 30°, conformando así los 360° de circunferencia. El número en cuestión fue escogido entre los conocedores porque esotéricamente representaba un nivel de perfección y culminación que superaba al del número diez. Para eruditos como Pitágoras y Platón (por mencionar los más conocidos) era un número clave.
Ya con la llegada de los acontecimientos bíblicos, -y por mucho que a algunos les pese la alusión-, el simbolismo del 12 alcanzó absoluto protagonismo: doce eran las tribus de Israel; doce los profetas menores; doce los apóstoles elegidos; doce las legiones de ángeles a favor de Jesús; doce las puertas de Jerusalén... y las enumeraciones siguen. Por si fuera poco, a todo esto se sumarían los doce meses que el calendario romano llegó a establecer y que, a hoy día, seguimos utilizando, incluso sabiendo que no brinda la disposición más orgánica.
Aclarada la elección del doce por sobre el trece, quisiera remarcar lo obvio: que este último no fue omitido sólo por superstición, como aseveran algunos redactores lanzados; sino porque, en contrapartida, el doce representaba una totalidad en varios sentidos, y era perfecto para la división espacio-temporal.
Otra de las desinformaciones que circulan es la que habla de las "constelaciones desplazadas"; y la catalogo de "desinformación" no porque no sea verídico lo que se plantea, sino porque la redacción de la noticia parece más querer echar por tierra ciertos fundamentos de la astrología y la labor de los astrólogos, que explicar realmente de qué se trata el asunto, y por qué, en todo caso, se siguen respetando esos fundamentos.
La precesión de los equinoccios es el movimiento retrógrado de los mismos puntos, y fue deducida por Hiparco de Nicea en el siglo II a.C. Básicamente, y para que se entienda, establece que el paso del Sol por una determinada constelación se repite con un leve corrimiento año tras año; lo que lleva, milenios de por medio, a trasladar los equinoccios de una formación de estrellas a otra. Por ejemplo: si el 0° de Aries coincide en determinado momento histórico con la Primavera, 2.160 años más tarde caerá en Piscis, y otros tantos después, en Acuario. La precesión de los equinoccios es lo que determina las diferentes Eras Astrológicas.
Entonces, ¿están corridas las fechas de inicio y culminación del paso del Sol por cada signo? La respuesta es un rotundo y astronómico sí; no obstante, es algo que no afecta para nada a la astrología que conocemos, puesto que la misma no se basa en la relación signo-constelación, sino en la cualidad energética de los espacios de 30° que conforman la eclíptica, arriba mencionados.
Bruno Huber, reconocido en la materia, lo explica en su libro "Los signos del zodíaco. Reflexiones y meditaciones":
"Desde el principio, el área de influencia zodiacal de Aries no tuvo nada que ver con la constelación de estrellas fijas de Aries. El área de influencia era, y es aún hoy, el espacio por el que el Sol se desplaza tras pasar por el punto vernal [...]. La irradiación de las cualidades energéticas zodiacales no proviene de las constelaciones, sino de los signos, es decir, de esas secciones de 30° de la trayectoria del Sol que en la actualidad están desplazadas a la derecha (unos 30°) con respecto a las constelaciones del mismo nombre".
En conclusión, la astrología occidental seguirá rigiéndose por los doce signos tradicionales durante otro largo período (al menos, en mi caso y en el de aquellos colegas que mantengan la perspectiva). Para los que se preocupan de que su signo haya cambiado o no le corresponda más, sepan que no existe argumento astronómico que refute con seriedad las bases de la astrología antigua y moderna, más allá de los refritos periodísticos que no cesan de causar confusión en su avidez de lectores y visitas.
A continuación, dejo los links de ambas noticias:
Bendiciones y bella vida.
Ahora bien, ¿por qué no se tuvo en cuenta como signo? Existen múltiples suposiciones al respecto. La astrología es una ciencia muy antigua que hunde sus raíces en la rica cultura de la Mesopotamia. Sin embargo, no fue hasta el siglo V a.C. y de la mano de los griegos que se definió a la eclíptica en doce segmentos de 30°, conformando así los 360° de circunferencia. El número en cuestión fue escogido entre los conocedores porque esotéricamente representaba un nivel de perfección y culminación que superaba al del número diez. Para eruditos como Pitágoras y Platón (por mencionar los más conocidos) era un número clave.
Ya con la llegada de los acontecimientos bíblicos, -y por mucho que a algunos les pese la alusión-, el simbolismo del 12 alcanzó absoluto protagonismo: doce eran las tribus de Israel; doce los profetas menores; doce los apóstoles elegidos; doce las legiones de ángeles a favor de Jesús; doce las puertas de Jerusalén... y las enumeraciones siguen. Por si fuera poco, a todo esto se sumarían los doce meses que el calendario romano llegó a establecer y que, a hoy día, seguimos utilizando, incluso sabiendo que no brinda la disposición más orgánica.
Aclarada la elección del doce por sobre el trece, quisiera remarcar lo obvio: que este último no fue omitido sólo por superstición, como aseveran algunos redactores lanzados; sino porque, en contrapartida, el doce representaba una totalidad en varios sentidos, y era perfecto para la división espacio-temporal.
Otra de las desinformaciones que circulan es la que habla de las "constelaciones desplazadas"; y la catalogo de "desinformación" no porque no sea verídico lo que se plantea, sino porque la redacción de la noticia parece más querer echar por tierra ciertos fundamentos de la astrología y la labor de los astrólogos, que explicar realmente de qué se trata el asunto, y por qué, en todo caso, se siguen respetando esos fundamentos.
La precesión de los equinoccios es el movimiento retrógrado de los mismos puntos, y fue deducida por Hiparco de Nicea en el siglo II a.C. Básicamente, y para que se entienda, establece que el paso del Sol por una determinada constelación se repite con un leve corrimiento año tras año; lo que lleva, milenios de por medio, a trasladar los equinoccios de una formación de estrellas a otra. Por ejemplo: si el 0° de Aries coincide en determinado momento histórico con la Primavera, 2.160 años más tarde caerá en Piscis, y otros tantos después, en Acuario. La precesión de los equinoccios es lo que determina las diferentes Eras Astrológicas.
Entonces, ¿están corridas las fechas de inicio y culminación del paso del Sol por cada signo? La respuesta es un rotundo y astronómico sí; no obstante, es algo que no afecta para nada a la astrología que conocemos, puesto que la misma no se basa en la relación signo-constelación, sino en la cualidad energética de los espacios de 30° que conforman la eclíptica, arriba mencionados.
Bruno Huber, reconocido en la materia, lo explica en su libro "Los signos del zodíaco. Reflexiones y meditaciones":
"Desde el principio, el área de influencia zodiacal de Aries no tuvo nada que ver con la constelación de estrellas fijas de Aries. El área de influencia era, y es aún hoy, el espacio por el que el Sol se desplaza tras pasar por el punto vernal [...]. La irradiación de las cualidades energéticas zodiacales no proviene de las constelaciones, sino de los signos, es decir, de esas secciones de 30° de la trayectoria del Sol que en la actualidad están desplazadas a la derecha (unos 30°) con respecto a las constelaciones del mismo nombre".
En conclusión, la astrología occidental seguirá rigiéndose por los doce signos tradicionales durante otro largo período (al menos, en mi caso y en el de aquellos colegas que mantengan la perspectiva). Para los que se preocupan de que su signo haya cambiado o no le corresponda más, sepan que no existe argumento astronómico que refute con seriedad las bases de la astrología antigua y moderna, más allá de los refritos periodísticos que no cesan de causar confusión en su avidez de lectores y visitas.
A continuación, dejo los links de ambas noticias:
Bendiciones y bella vida.
Referencias: Bruno Huber, "Los signos del zodíaco"; Jim Tester, "Historia de la astrología occidental"; www.espacoastrológico.org.
Siempre tan claro es un placer escuchar, o mejor dicho, leer ha quien verdaderamente ha estudiado, sabe lo que dice y lo transmite con sencillez y fundamento. Excelente!!
ResponderEliminarAgradecido por tu aporte, astroaficionada, y sobre todo por tu participación en este espacio abierto. Un abrazo cósmico!
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