9 de marzo de 2017

Piscis, el Amor que se disuelve en la Unidad

Imagen por Steel Eyes (deviantart)

El Sol navega los insondables mares piscianos y, entre el vaivén de las olas, el ciclo que comenzó en Marzo del año pasado va llegando a su consumación. Es un tiempo de baja vitalidad, -pero de fervoroso anhelar-, donde lo que prima es la disolución de las experiencias que se fueron desplegando a lo largo de estos doce meses. 

La imagen es la de unas merecidas vacaciones tras un arduo periodo de trabajo; "y el séptimo día contempló su obra y descansó". Empero, en ese reposar sobre las mareas, está implícita la asimilación de todo lo experimentado; en palabras más cotidianas, el verdadero balance anual.

Piscis, el último signo en la rueda tradicional, es la representación del Ouroboros; símbolo antiquísimo que nos habla de que el fin está contenido en el principio, y el principio, en el fin. Es una manifestación de eternidad. ¿Qué tipo de eternidad? La del alma, en su incesante peregrinaje de muerte y renacimiento. 

Los mundos invisibles, aquellos prácticamente imperceptibles con los sentidos físicos, son los espacios en los que Piscis, como energía, se mueve, -valga el cliché-, como pez en el agua. El ámbito de los sueños (los de realización y los oníricos), es otra de las dimensiones bajo su regencia, debido a su inherente conexión con los mundos espirituales. 

Por ello, como ejercicio saludable para el alma, es la época ideal del calendario para dormirse con una intención particular y tomar nota, al despertar, de lo soñado, por más irracional y difuso que nos parezca. Por lo tanto, también es válido "soñar" con aquello que queremos alcanzar en el nuevo ciclo que comenzará con el ingreso del Astro Rey en la constelación de Aries.

Dada la conexión del duodécimo signo con la universalidad de la Creación, la virtud que le corresponde es la del Amor; la de saber amar (no por nada, ocupa el último lugar en el "viaje" del zodíaco). Y esta capacidad implica, por supuesto, un amor más allá de toda pertenencia, posesión, apego o interés; se trata de un don que ha de pulirse constante y minuciosamente, aunque siempre en resonancia con la fuente creadora. Es el tan mencionado "amor universal" que tanto nos cuesta desarrollar, sin ligarlo a cuestiones de idolatría o delirio. 

La virtud del Amor -con mayúscula- deviene, ejercicio consciente mediante, en otro maravilloso concepto: la Magnanimidad. Esta palabra, (compleja de pronunciar, pero mucho más de poner en práctica), implica lograr la visión adecuada para captar lo que hay más allá de nuestro pequeño mundo personal, y actuar con grandeza de alma en consecuencia. Es todo lo opuesto a la vanidad, y, por ende, a la división. 

Así, queda explícito que el desafío de esta época, (y amplío; de la era en ciernes), es elevarse por sobre todo aquello que nos separa, que nos impide esa meta tan deseada por la humanidad que es la feliz y tolerante convivencia de todas las razas y formas de vida que habitan la Tierra-Gaia. Si queremos enseñar, que sea a través del ejemplo; si necesitamos ser escuchados, que sea aceptando que el otro piense distinto; si queremos un mundo más unido, más similar a otros planos de existencia superior, que sea empezando por trabajar nuestra parcela, cultivando con Amor.


. . .


Feliz fin de ciclo, y a validar nuestros sueños, que son los faros que soportan la luz de nuestra existencia. 
Si estamos vivos, que valga la pena.
  


G.F 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...