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Siguiendo el curso de las estaciones, que nacen de la relación amorosa entre la Tierra y el Sol, la primavera comienza su último tramo con la llegada anual de Sagitario.
Habiendo sobrevivido a las pruebas que nuestra alma individual preparó durante el paso del Sol por Escorpio, nos sentimos rebosantes de energía ante las brillantes perspectivas que se abren delante. Y es que, toda la presión que se nos impuso en aquel paso previo, se libera, durante esta época del calendario, con la potencia que necesitamos para alcanzar las metas anuales perfiladas entre Marzo y Abril.
Sagitario es, para la Astrología tradicional, sinónimo de bondad, alegría y abundancia; al punto tal que, Júpiter, su regente, está rotulado de "benéfico mayor". Demás está aclarar que, semejante título, ha sido abusado y -paradójicamente- sobrevaluado por generaciones que se han abierto de brazos esperando una lluvia divina que nunca llegó.
Dicha abundancia, clave en este estadio, surge de los ocho escalones previos; es decir, no hay pases mágicos que no sean la consecuencia de haber elaborado y reelaborado un determinado impulso, proyecto, acción, sentimiento... En otras palabras, sería como esperar recibir los frutos de un árbol sin haber plantado antes la semilla -o sin haberla cuidado, siguiendo de cerca su proceso-.
Es así que nos vamos acercamos un poco más al verdadero significado de este signo, puesto que, por mucho cielo que el Centauro prometa, él bien sabe que necesita de la tierra bajo sus cascos para ser un verdadero Arquero, y lanzar con propiedad sus flechas.
Ahora bien, a medida que llega la etapa del fin de año gregoriano, toda esa potencia y abundancia se nos escurren de las manos. ¿En qué cosas? En comprar los mejores regalos, cambiar el arbolito de Navidad, planificar las vacaciones, reunirnos con todos los amigos y conocidos que no pudimos cruzar durante el año, entregar los trabajos atrasados, resolver trámites pendientes, correr, hablar, correr, hablar, correr y hablar... Y toda esa carrera verborrágica, ¿a qué meta nos catapulta?
Los festejos navideños solían ser -hace siglos- un momento para reecontrarse. ¿Con quién? ¿Con la familia y los seres queridos? Sí; pero, y más que nada, con uno mismo. Esto desata la siguiente pregunta: ¿Cómo puede hallarme, entonces, entre tanto barullo mundano?
Volviendo, una vez más, a la sabiduría de las Doce Virtudes, tenemos que, precisamente en Sagitario, la virtud a practicar es el Control del Pensamiento y de la Palabra. Esto no significa hacer un voto de silencio por treinta días, sino que expresa la necesidad de retirarnos por unos minutos u horas durante el día, con el fin de acallar la sordina externa y escuchar al Ser interior.
De esta manera, el silencio dará su valiosísimo fruto: la Percepción de la Verdad, de aquello que es verdadero para nuestro desarrollo esencial y que perdemos de vista -con frecuencia- en el trajín.
La lección del Centauro, último signo de Fuego a transitar en la rueda cíclica, es la caricia de un maestro amoroso que nos alienta a dar con nuestro propio camino, la protección de un benefactor. Incluso a sabiendas de que podemos errar, él nos conmina a ejercitar más los oídos que la lengua, para así ser genuinos y dar con las certezas que tanto necesitaremos para ir cuesta arriba en el próximo escalón, que será el más empinado; aunque, como dicen, "la fe mueve montañas".
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