9 de diciembre de 2011

Ascendente, el camino que se hace al andar (parte I)




El Ascendente recibe su nombre de un hecho concreto. En el momento del nacimiento, si mirásemos directo al horizonte y pudiésemos observar la Eclíptica, aquella circunferencia imaginaria que rodea la Tierra trazando el recorrido aparente del Sol a lo largo de las Doce Constelaciones Zodiacales, veríamos a un determinado grupo de Estrellas Fijas elevándose; diríamos entonces que se trata del signo que está "ascendiendo" por el  horizonte. 
Este signo envolverá al recién nacido con su energía, impregnándolo para constituir las futuras escenas de destino que se manifestarán a lo largo de su recorrido por esta cualidad para ser asimiladas e integradas a la conciencia. Así como la Luna representa energía del pasado consumada y el Sol es nuestra vibración de conciencia presente, el Ascendente siempre indica ciertas tendencias futuras, como bien lo simboliza el eje que atraviesa la Carta Natal de este a oeste apuntando hacia adelante. De aquí su relación con las Fuerzas del Destino.    
Según la Astrología clásica, el Ascendente obra como una "máscara" mediante la cual encaramos al mundo sin la necesidad de tomar consciencia de la forma en que lo hacemos. Por eso, se suele decir que el signo que asciende es captado a simple vista por los demás, antes que por nosotros mismos.                    
   



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