10 de octubre de 2012

Libra, el intervalo de paz



By Alkven


El Sol ha ingresado en la constelación de Libra despertando la primavera en el hemisferio sur, y trayendo el otoño al hemisferio norte. Es el estadio crucial donde el recorrido por el zodiaco da un giro para realizar el repliegue de aquello que se inició en los días del Carnero (Aries), señalando nada menos que uno de los equinoccios. A partir de aquí, se produce un nuevo y movilizador despertar de la consciencia con la aparición de aquel que es un semejante-diferente a mí. Donde antes era uno, ahora somos dos.

Libra nos lleva inevitablemente a la vincularidad, con la misma potencia con la que Aries nos impulsa a auto-afirmarnos. Pero para vincularnos en Libra primero hemos tenido que perdernos en los laberintos de Virgo: "si quieres encontrarte a ti mismo, ve a un bosque y piérdete" dice la frase. Así, habiendo logrado un profundo y honesto conocimiento de nuestro ser, existe la real posibilidad de que se produzca el tan ansiado encuentro con ese otro.

La virtud a observar cuando el Sol transita el signo de Libra es la Satisfacción. Mas no hay verdadera satisfacción sin aceptación de nuestro destino. Permitirnos experimentarla es casi un lujo en estos días; el sentirse agradecidos por cada cosa que tenemos o logramos, porque hay personas que nos acompañan en nuestro camino día a día mientras transitan el suyo, o porque podemos disponer de tiempo para darnos pequeños gustos, es muy importante. 

Cuando estamos satisfechos, sonreímos y vivenciamos una especie de "completitud interior". El ejercitarnos diariamente en esta virtud nos permitirá acceder a la Serenidad, con la firme capacidad de sentirnos en paz con cuanto sucede a nuestro alrededor. Libra nos recuerda esa serenidad de espíritu cuando los platillos alcanzan el perfecto equilibrio, siendo un Intervalo de Paz, de preparación para las batallas que llegarán en Escorpio. Es, en este sentido,  la calma que precede a la tormenta y nos brinda la oportunidad de estar preparados para atravesarla.

El séptimo signo es comienzo y retorno a la vez. Su vibración es tal que no puede ser representada por ningún ser vivo: por eso es el único inanimado del zodiaco. Sin embargo, puede sostener en sí mismo los más vivos sentimientos e ideales. Allí es cuando la Balanza se alinea y por un instante que dura la eternidad, el Amor se hace presente.      


     
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